Viejas fotos

El confinamiento al que nos hemos visto sometidos, también ha servido para encontrarse con momentos de la vida de otros y de uno mismo que han ido quedando atrás.  Dicen que recordar es vivir y es verdad, el riesgo son las emociones o las cavilaciones que despierta. Habrán otras formas de llegar a esa aventura interior, una de ellas es la de volver la mirada sobre las fotos viejas y otras que no lo son tanto, fotos que solemos atesorar y olvidar en algún rincón de la casa.

Han perdido vigencia las tradicionales fotografías capturadas en la cámara clásica y reveladas en papel fotográfico. En los antiguos álbumes familiares, en hoja tras hoja, se iba albergando cada foto introduciéndola en esquineros o ranuras o poniéndolas en páginas con adhesivos. Son fotografías valiosas porque materializan la apropiación de un pedacito de la existencia y porque numéricamente son pocas: generalmente se tomaban solo en acontecimientos especiales y muchas se destruían o se perdían en el trasegar de las familias. Hoy en día los soportes son digitales, al igual que las fotos que por miles se toman con motivo o sin ninguno, o sencillamente “selfies” para reflejarse en algún lugar como cualquier Narciso. Para Susan Sontag, en su recopilación de ensayos Sobre la fotografía (On Photography), “Las fotografías son un modo  de apresar una realidad que se considera recalcitrante o inaccesible, de imponerle que se detenga. O bien amplían una realidad que se percibe reducida, vaciada,  perecedera, remota. No se puede poseer la realidad, se puede poseer y ser poseído por imágenes”

Las fotos viejas traen al presente un  momento fugaz del pasado, por eso son sugestivas e inquietantes. Quisiera el observador ver más allá de los rostros para desentrañar cómo fue el pasar de sus días, ó imaginar el regreso por un minuto de un antepasado o de la tía María que todos tuvimos, para escuchar su voz.  Quién sabe cuántas cosas contarían y si seguirían fieles a sus secretos, o tal vez hablarían de lo que pudo ser y no fue. Fotografías en tonos sepia o blanco y negro, amarillas o borrosas guardan el misterio de ser un fragmento emocional de una realidad incompleta que se resiste al olvido. Y pueden ser lejanas como los personajes serios y ya afantasmados que posaron ante el lente de la cámara.  A algunos no conocimos en vida, pero pueden sentirse cercanos por el relato familiar acerca de ellos. A veces tras los fotografiados en primer plano, se mira a lo lejos una niña que pasaba con su muñeca, o un perrito que corría. Ellos ya no existen y nunca se conocerán sus nombres, habrán quedado en el recuerdo de los suyos.

Por fortuna están también las fotos de tiempos más recientes con personas para quienes aún brilla la vida. Si bien los años nos han ido dejando su huella inevitable, sucede que cuando se trata especialmente de amigos de vieja data, desde la infancia o la juventud,  los percibimos atravesados por todas sus edades. Son como son ahora y como eran antes, todo a la vez, quizás es obra de la alquimia del recuerdo y el afecto perdurable.  Sus imágenes habitan en nuestra memoria y no hay fotografía que pueda captarlas tal como allí vemos a los amigos de siempre.

 

Foto de Rodolfo Clix

Referencia

Reseña de Oscar Colorado Nates, Susan Sontag, sobre la Fotografía.  https://oscarenfotos.com/2014/09/06/susan_sontag_sobre_la_fotografia_citas/

 

 

 

 

 

* Las opiniones expresadas en este espacio de deliberación, pertenecen a los columnistas y no reflejan la opinión ni el pensamiento de la organización Consorcio Ciudadano.

Deja un Comentario