La joya de la Emru

Por: Luis Guillermo Restrepo Satizábal

Hace pocos días, alguien compartió por Whatsapp las fotos que muestran el estado de desolación y abandono en que se encuentra la zona del Calvario en el centro de Cali, donde se muestra el fracaso de la Empresa de Renovación Urbana, la Emru. Y ahora quieren ampliar su objeto social.

¿Para qué ha servido la Emru a la ciudad? Para nada. Allí están las ruinas que ha ido dejando la Ciudad Paraíso que nos vendieron hace doce años como la renovación más espectacular de la urbe. Un paraíso del abandono, donde no existe la estación central del MÍO que nos prometieron, es cada vez más lejano el edificio de la Fiscalía y los esfuerzos de la empresa que se formó para ejecutar proyectos de vivienda y de transformación urbana parecen sumidos en la incertidumbre causada por un gobernante que odia la iniciativa privada.

Al que sí le ha servido es al alcalde Ospina. Para contratar, claro está. Hace los mismos doce años nombró como su gerente al mismo personaje que tiene ahora en el mismo cargo. Hace doce años canalizaron por la Emru 380 contratos por más de $50.000 millones para evadir la ley de contratación que debían aplicar si la contratación la realizaran las dependencias municipales. Es decir, todo menos renovación urbana.

Ahora se repitió la película, y de los $700 millones que la Emru contrató en todo el 2019, pasaron a $14.380.347.979 durante el 2020 y lo que va del 2021 en plena pandemia. ¿Para renovación urbana de Cali? No. Para negocios varios de la administración municipal, de aquellos que deben realizar las secretarías del despacho como mandan las leyes cuando se trata de cumplir el objeto social de la alcaldía.

Es una manera excelente de aprovechar la ausencia de controles y de evadir escándalos como el de contratar a la Imprenta Departamental para realizar el mantenimiento de las cámaras de seguridad de Cali. O como el de celebrar un convenio con Emcali mediante el cual se abría la puerta para ‘manejar’ los $1.880.000 millones del plan de renovación vial de la ciudad.

La clave del negocio con Emcali estuvo en la ampliación de su objeto social aprobada hace un año por el mismo Concejo Municipal al mismo alcalde, sin saber para qué. Ahora, esa misma fórmula se le aplicará a la Emru: ampliar su objeto social para hacer bellezas como la recolección de escombros, actuar como agente inmobiliario, ejecutar obras civiles, hacer interventoría y avalúos y participar en concursos y licitaciones. Es decir, ‘de todo como en botica’.

Una joya, ya descubierta por Antonio de Roux en su columna y por la concejal Diana Rojas en sus debates solitarios. La disculpa es perfecta: hacerla más ‘competitiva’. ¿Para quién o para qué? Para cualquier cosa menos para la renovación urbana, única y verdadera razón de ser de la Emru. Nadie sabe contra quién va a competir, sólo se sabe que, como pasó con Emcali, la ampliación de su objeto social es innecesaria para la ciudad.

Pero el engendro ya está en el Concejo, a la espera de su primer debate en la poderosa Comisión de Instituciones Descentralizadas. Sus ponentes serán los doctores Fernando Tamayo y Carlos Andrés Arias y entre quienes tomarán la decisión figura Carlos Pinilla Malo, conocido por su liderazgo en la autorización para celebrar el contrato que le entrego a SiCali el manejo de los impuestos municipales en las épocas de Apolinar Salcedo.

¿Qué dirán esos ilustres personajes de la política parroquial?

Columna recuperada del Diario El País
Foto por: Emru Cali

* Las opiniones expresadas en este espacio de deliberación, pertenecen a los columnistas y no reflejan la opinión ni el pensamiento de la organización Consorcio Ciudadano.

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