Está de moda aludir a los algoritmos. La secuencia de instrucciones a seguir en la búsqueda de soluciones para el sinfín de asuntos de la actividad humana, son indispensables. De algún modo, la mente a nivel personal y los sistemas informáticos a nivel de empresas o estamentos, procesan y gestionan datos en el “disco duro” que se traducen en decisiones. Las bondades y riesgos están a la orden del día, especialmente por la extracción de datos de las personas por parte de redes sociales y otros medios, con lo cual llegan a conocer de nosotros más de lo que somos conscientes. Por lo general, esta información y los “likes” que se prodigan, son utilizados en algoritmos para propósitos de mercadeo de productos o influencias de todo orden.
Yuval Noah Harari, en Homo Deus. Breve Historia del Mañana, advierte que la nuevas tecnologías podrían despojar a los humanos de su autoridad y conferir en cambio poderes a algoritmos conectados en red. Nos enfrentamos, señala, a una amenaza totalmente nueva: “Los defensores de la individualidad humana hacen guardia frente a la tiranía del colectivo, sin darse cuenta de que la individualidad humana está ahora amenazada desde la dirección opuesta. El individuo no será aplastado por el Gran Hermano: se desintegrará desde dentro” (p451). Con los superordenadores y la inteligencia artificial médicos, abogados, profesores entre otras profesiones, serán reemplazados por programas; y realidades virtuales proporcionarán diversión y emociones.
Por fortuna, aún no todo es determinismo, hay fenómenos ajenos a cualquier procesamiento de datos, tal como las emociones que embargan ante una obra musical o pictórica, o dinámicas que no obedecen a las leyes conocidas de la física o del cosmos. Hay experiencias inexplicables como las del amor o el asombro ante un amanecer, y dimensiones enigmáticas o inquietantes como el comportamiento de las partículas a nivel nanométrico o los agujeros negros. Se vale entonces reconocer otras realidades para preservar la libertad de pensamiento y un espacio para los sentimientos. La literatura es un camino propicio para el goce del misterio y el tránsito por planos desconocidos, ella logra trasmutar el arrobo ante una puesta del sol, el animismo de las cosas o seres que parecen salidos de otros mundos. O nos lleva a lo real maravilloso de América revelado por Alejo Carpentier.
Hugo, el quincemayista, uno de los cuentos incluidos en la obra Aremasain, vidas contadas, de la escritora Liliana Pineda, se ubica allí, en un mundo maravilloso y a la vez enigmático: “La pobre mujer murió un mes después de que Sira fuera a vivir a su casa, con el pequeño Sami. La casa, un poco en ruinas sobre un acantilado a pocos metros de la playa y a unos cuantos kilómetros de la ciudad más cercana. Alejada de todo, desde el amanecer hasta la noche, Sira observaba el largo guerrear entre los pájaros pescadores y los peces alados. Las nubes blancas corrían sobre las olas desnudas augurando soles inacabables en aquel desierto de palmerales y grandes iguanas (..)” (p.33) El relato se despliega por el ambiente seductor de la playa, las cosas de la casa, el retrato del hijo de la difunta, Hugo, la noticia de su llegada, el encuentro con ella, la sensación de haberse conocido, la despedida.
Sira recibe un telegrama. Él recuerda dónde se conocieron, en el año de las acampadas indignadas, la vio muy joven sola, se rieron y la besó, supo que podría quererla mucho. Como por obra del extraño actuar de las partículas microscópicas, el tiempo se desdobla en el misterio de ese mismo y único beso, en una y otra parte a la vez: Hugo, estaba en la plaza de Sol, en Madrid, en mayo de 2011, ella nunca estuvo en Madrid, “Sólo una vez en mi vida he besado a un desconocido… ¡y fue en enero de 2011, en el Cairo, en la plaza de la Libertad!”. Un mismo beso entrelaza dos puntas del tiempo, de un lugar a otro, o tal vez el tiempo se diluye o se superpone, no se sabe cómo sucede en el universo cuántico del amor.
Como anticipando la teoría de la física cuántica, Jorge Luis Borges imagina mundos paralelos en el cuento El jardín de los senderos que se bifurcan. Borges, tantas veces citado en tratados de física, en sus cuentos envuelve misterios emparentados con los que asaltan el espíritu humano perdido ante el infinito del cosmos y la incertidumbre del tiempo y la existencia. En El Jardín de los senderos convoca el tiempo, no en el espacio, sino en diversos porvenires posibles, tiempos que proliferan y se bifurcan. En la física cuántica, se dice, las partículas a escalas subatómicas desafían el sentido común. Cuando son observadas (haz de luz) se alteran en una multiplicidad de probabilidades de que estén en cierto lugar y de diversos modos, en determinado momento. Desde lo científico ello ha abierto la puerta a desarrollos increíbles (relojes subatómicos, el laser, entre otros). Sea como sea, ciencia y ficción se entrelazan y envuelven inquietudes metafísicas, lo cual hace de la literatura un atrayente recurso para abarcarlas y encontrarse en ellas el lector con tan sugestivas creaciones.
Referencias.
Harari, Noah Yuval, en Homo Deus. Breve Historia del Mañana. Penguin Random House Grupo Editorial.
Pineda Liliana, AREMASAIN vidas contadas. Ilustraciones Octavio Colis. Renovación Editorial S.I. Impreso en España.
Foto de Markus Spiske
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