La existencia de grandes brechas en los niveles de competitividad entre regiones de un país es bastante frecuente. A estas solo escapan los países muy pequeños o aquellos con sobresalientes capacidades de organización política y social. Grandes desigualdades regionales se pueden encontrar en Italia, China, México y Argentina. También Colombia presenta importantes disparidades en la competitividad de sus regiones, íntimamente correlacionadas con sus respectivos niveles de desarrollo económico y social. La edición 2020-2021 del Índice Departamental de Competitividad publicado por el Consejo Privado de Competitividad (CPC) y la Universidad del Rosario[1] da buena cuenta de esta situación para el caso colombiano.
Los resultados del estudio son reveladores. Bogotá se encuentra a la cabeza del escalafón y obtiene un puntaje general de 8.33, Antioquia le sigue bastante por debajo con 6.80. A su vez, el Valle del Cauca, con el mismo puntaje que Santander, 6.36, ocupa el tercer puesto, todavía con un importante camino por recorrer para alcanzar el nivel de competitividad de Bogotá. Entretanto, todo un abismo las separa del Vichada, el departamento con el menor puntaje: 2.46.
Ningún país debe conformarse con la existencia de estas diferencias. Más aún cuando son extremadamente amplias como en nuestro caso. Si se ignoran, con el tiempo pueden llevar a mayores divergencias y a fuertes tensiones migratorias y sociales. Por ello, los gobiernos centrales deben tener entre sus prioridades la asignación de recursos para elevar los niveles de productividad de las regiones menos competitivas. Esto, al mismo tiempo que se recompensa y se incentivan los logros alcanzados por las regiones más destacadas.
Parecen dos objetivos contradictorios, pero no lo son, las regiones más avanzadas tienen que seguir progresando. Deben reafirmar sus logros y mejorar en sus debilidades. Al mismo tiempo, las regiones rezagadas están obligadas a redoblar esfuerzos en coordinación con el gobierno central para acercarse a los niveles de competitividad de las regiones con mejor desempeño. El avance de las regiones con menor competitividad debería ser más rápido porque éstas pueden beneficiarse de la experiencia de los programas y políticas que han dado resultados positivos en las regiones más competitivas. Al mismo tiempo, a través de mecanismos como los fondos de convergencia regional, se pueden canalizar recursos financieros hacia las regiones más atrasadas para fortalecer su competitividad.
Al interior de la Unión Europea, gracias a este tipo de fondos, países como España han logrado elevar el nivel de su infraestructura física, y con ello su competitividad. Asimismo, en su interior, regiones como Andalucía y Extremadura reciben transferencias desde Madrid para favorecer su convergencia regional. Este tipo de lógicas redundan en fuertes sinergias que conducen a ganancias en el largo plazo tanto para la región receptora de fondos como para las regiones dadoras netas de recursos. Con el aumento de la competitividad en las regiones rezagadas, deberían aumentar en paralelo sus ingresos, pues la competitividad favorece el crecimiento económico. Es aquí donde indirectamente las regiones más desarrolladas y competitivas se benefician al encontrar un mercado más amplio para vender sus productos y servicios.
Los retos para el Valle del Cauca son bastante visibles al comparar su posición en el ranking y la distancia de su calificación frente al líder en cada uno de los pilares que integran el Índice. De este análisis se deriva la necesidad de un fortalecimiento de las intervenciones para mejorar la educación básica y media; la transformación digital; el funcionamiento del sistema financiero; el entorno de los negocios (permisos de construcción y facilidad en el pago de impuestos); y la innovación y la dinámica empresarial. Esto sin descuidar los pilares de infraestructuras y de sostenibilidad ambiental donde podrían presentarse rápidas mejoras.
El informe del Índice Departamental de Competitividad 2020-2021 está repleto de lecciones sobre cada uno de los pilares que lo componen. Coincido con la visión del padre Luis Felipe Gómez, rector de la Pontificia Universidad Javeriana Cali, quien recomienda su lectura juiciosa para la toma de decisiones a nivel de gobernaciones y alcaldías[2]. Las universidades en todo el país también deben contribuir a su debate. Se trata de un importante insumo para la construcción de país cuyo estudio detallado es altamente recomendable tanto para la elaboración de las políticas públicas, como para la toma de decisiones de inversión y expansión de los negocios por parte de las empresas colombianas y las firmas multinacionales que operan o proyectan operar dentro de la geografía nacional.
Foto de Camila Melo
[1] Consejo Privado de Competitividad y Universidad del Rosario (2021) Índice Departamental de Competitividad 2020-2021. https://compite.com.co/indice-departamental-de-competitividad/
[2] Luis Felipe Gómez, La Competitividad Paga. La República. 9 de marzo de 2021. https://www.larepublica.co/analisis/luis-felipe-gomez-restrepo-jkp2524772/la-competitividad-paga-3136232
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