Alguna vez el economista británico John Maynard Keynes planteó que los dos grandes problemas de la economía de su tiempo eran la desigualdad en la distribución del ingreso y la incapacidad para generar empleo. Estos planteamientos mantienen hoy en día su vigencia en la economía colombiana, que tiene muchas tareas pendientes en materia de desarrollo, algunas de ellas obvias y evidentes. Lo que no resulta evidente es que para la política macroeconómica del país estas tareas estén claras.
En el ejercicio de la política macroeconómica se pierde repetidamente lo que debe ser su fin último, que no es otro distinto a velar por mejoramiento continuo y sostenido de las condiciones socioeconómicas de la población, a veces por la limitada visión de los indicadores. No tiene sentido reducir el desempleo si la pobreza oculta, el subempleo y las actividades en condiciones indignas no se reducen en la misma proporción; de igual modo pierde validez la salud fiscal si esta no está acompañada por un aumento en la eficiencia del uso de los recursos que se refleje en el bienestar de los ciudadanos, situación que sucede cada vez que los impuestos aumentan sin que sean claros los canales a través de los cuales se encausaran dichos recursos, o cuando se establecen medidas como el fondo de estabilización del precio del petróleo, cuya utilidad quedó en duda cuando sus administradores reconocieron que no se ha realizado un adecuado uso del mismo, y los ciudadanos ven en el precio de los combustibles que la estabilización no está presente, con un combustible que aumenta su precio de manera constante mientras el precio del barril de petróleo se reduce.
Múltiples son los ejemplos de medidas en política económica que se toman y cuyos efectos no se reflejan en el día a día de la población. Probablemente el indicador más elocuente sobre este fenómeno es el índice de GINI, cuya variación para Colombia en los últimos cincuenta años es mínima y hasta vergonzosa, mostrando que somos una nación interesada en mostrar política macroeconómica exitosa desde los indicadores así esto no conlleve necesariamente a la reducción de la desigualdad.
Tenemos, entonces, dos tareas necesarias y urgentes como país: la primera es entender que los problemas indicados por Keynes tienen que ser nuestros derroteros fundamentales como sociedad; y la segunda es que la sociedad civil debe aprender a cobrar en las urnas de votación todas aquellas medidas que no propendan por el mejoramiento de las condiciones socioeconómicas, por más que sobre las mismas se profese un profundo sustento técnico.
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