El error al que el país se dirige radica en creer que la paz ya está ganada y que es prioridad ver y solucionar otros problemas, como la corrupción, por ejemplo. No estoy diciendo con esto que los otros problemas no son importantes, sino que hay que seguir por la senda que estos meses se ha empezado a labrar.
Hemos visto lo complicado que ha sido la implementación de las primeras actividades del posconflicto, en particular las adecuaciones de las Zonas Veredales de Transición y Normalización. Se han presentado retrasos en la construcción de la infraestructura, deficiencias en los órganos de vigilancia y monitoreo, no se han dispuestos los contenedores para el depósito y entrega de armas, y hasta ahora los únicos que han cumplido con relativa seriedad han sido los miembros de las FARC. El Estado debe ganar en capacidad institucional y los agentes del gobierno nacional en voluntad política.
Si se presentan dificultades en el inicio del proceso que, supuestamente, es lo más sencillo porque las voluntades están frescas, los medios de comunicación, pendientes la comunidad internacional, y el gobierno interesado, ¿se imaginan cuando haya un cambio de gobierno y hayan pasado algunos años? Los retos son enormes y la sociedad civil no puede olvidar el proceso iniciado. El Estado colombiano ha sido débil institucionalmente y su historia está atiborrada de intensiones inconclusas.
La paz, por ahora, debe seguir orientando el debate político pues es todavía mucho lo que falta por hacer, así la mayoría de los sectores políticos, tanto de izquierda como de derecha, o mejor, extrema derecha, quieran desenfocar la discusión y orientarla hacia otros temas como la corrupción, que por lo visto es endémica a los sistemas políticos y económicos de América Latina.
El proceso del posconflicto tiene un adversario fuerte que ha hecho y hará lo que sea para desvirtuarlo y desmantelarlo: Centro Democrático. Es el único partido con una línea programática coherente y con unidad de mando, contrario a todos los demás partidos políticos, no es una pluralidad, sus intereses se construyen en torno a los de su único líder, Álvaro Uribe Vélez. No tuvieron obstáculos para mentirle al electorado frente al plebiscito del 2 de octubre; no tienen escrúpulos para mostrarse impolutos aunque estén hasta el cuello de sangre y fango; y no tendrán miseria al buscar aliados, legales e ilegales, para atentar contra el proceso de paz actual, entre ellos, Alejandro Ordoñez y el ala más reaccionaria de la política colombiana.
Se debe, por tanto, hacer una gran alianza que gire en la defensa de la paz y de los acuerdos logrados, dejando de lado cierto purismo político. No será fácil, menos con los aires mesiánicos de buena parte de los líderes actuales. Sin embargo, será la oportunidad de oro que debemos saber aprovechar. Vale la pena retomar las palabras de Alfonso López Pumarejo mencionadas en 1945. En ese entonces, se lamentaba por no haber sido más incisivo con su Revolución En Marcha y nos confirmaba que el pueblo que no conoce su historia está condado a repetirla: “en la vida de una nación no son muchos los momentos en que el pueblo se decide y cuando lo hace, esos momentos ni se escogen ni se limitan a voluntad de los jefes”.
* Las opiniones expresadas en este espacio de deliberación, pertenecen a los columnistas y no reflejan la opinión ni el pensamiento de la organización Consorcio Ciudadano.
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