Asunto misterioso e inquietante es el tiempo. Los minutos y las horas se deslizan silenciosas entre los días. A veces de prisa a veces lento y en ese pasar se va la vida. Bien lo expresa la rima de Gustavo Adolfo Bécquer: “Al brillar un relámpago nacemos y aún dura su fulgor cuando morimos; tan corto es el vivir”. Entretanto la humanidad elabora teorías, ausculta el universo o apela a promesas de vida eterna para afrontar el enigma del origen y la finitud.
A los individuos promedio nos asombran ideas como la del espacio- tiempo elástico de la teoría de la relatividad de Einstein y los agujeros negros que supuestamente lo amenazan, ó la del funcionamiento de las partículas cuánticas que están de una y otra forma al mismo tiempo, eso dicen. Por lo pronto, nadie ha podido modificar el curso del tiempo o volver sobre los pasos andados. Científicos hay que niegan la posibilidad de una máquina del tiempo para transportarse hacia el pasado o hacia el futuro
Pero lejos de tales honduras de la física, en el plano terrícola transcurren diferentes tiempos coetáneamente: el cotidiano y el de la experiencia personal. Mientras el reloj marca cinco minutos, la mente alcanza a remontar episodios que tomaría horas contarlos, o sufre una eternidad en la sala de espera del médico o durante la amenaza de un enemigo invisible. Hay ventanitas que ofrecen una vista hacia tiempos futuros en un sueño premonitorio o en un cuento fantástico de Julio Cortázar. También está el tiempo denso de polvo en las calles solitarias del “apocalipsis now”.
No escapa a la literatura el tiempo como acontecimiento. A veces el tiempo se anula para recordar la epopeya en donde no existe un espacio temporal, solo el absoluto. Maluco. La novela de los descubridores de Napoleón Baccino Ponce de León, introduce al lector en un tiempo suspendido como en una cápsula, para destacar el hechizo de las grandes velas desplegadas y el carácter épico del momento en que se inicia la primera circunnavegación del mundo a cargo de Fernando de Magallanes: “Por un instante todo pareció detenerse. El río dejó de correr. El sol de subir en el cielo. Las nubes de pasar. Los pájaros quedaron suspendidos en el aire quieto” (p.10).
El escritor Héctor Rojas Herazo en Celia se pudre convoca el significado del tiempo para la vida, como elemento de disolución de los seres y las cosas. Acerca de la relación entre la naturaleza y el tiempo M.M. Bajtín enseña en Estética de la creación verbal: “Saber ver el tiempo, saber leer el tiempo en la totalidad espacial del mundo y, por otra parte, percibir de qué manera el espacio se llena no como un fondo inmóvil, como algo dado de una vez y para siempre, sino como una totalidad en el proceso de generación, como un acontecimiento: se trata de saber leer los indicios del transcurso del tiempo en todo, comenzando por la naturaleza y terminando por las costumbres e ideas de los hombres (hasta llegar a los conceptos abstractos). El tiempo se manifiesta ante todo en la naturaleza : el movimiento del sol y de las estrellas, el canto de los gallos, las señales sensibles y accesibles de las estaciones del año, todo esto en su relación indisoluble con los momentos que corresponden a la vida humana, a su existencia práctica (trabajo) con el tiempo cíclico de diversos grados de intensidad”. (p216).
Enero es el mes cuyo nombre hace honor al dios Jano de la mitología romana (januarius: mes de Jano), representado en dos caras de perfil, una mira hacia atrás y otra hacia adelante, pasado y futuro; al margen de otras alusiones, a Jano se le considera el espíritu de transición, de puertas y entradas. En realidad más cierto que todo, es que por el momento solo se cuenta con un presente único y valioso para vivir la experiencia de la esperanza y la posibilidad de mirar hacia atrás y hacia delante, a la vez. Hacia atrás para reconocer los lugares de donde vinieron los seres queridos y las lecciones, y hacia adelante para andar y andando hacer el camino. Enero abre la puerta.
Referencias:
Napoleón Baccino Ponce de León. Maluco. La novela de los descubridores. Editorial Seix Barral, S.A., 1990
M.M. Bajtín. Estética de la creación verbal. Siglo veintiuno editores, 1998
Foto de Matej
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