De cara al Pacífico

A Cali y al Valle del Cauca le debe el país la contención de diversos embates sociales y económicos que incumben a la Nación entera. Por su posición geográfica y con sus propios y escasos recursos Cali ha tenido que afrontar situaciones derivadas del narcotráfico y la corrupción que azota especialmente zonas del Pacífico y del Cauca. Habitantes de estas regiones se ven obligados a buscar refugio y un medio de vida en la ciudad.  De ahí que sean muchas las demandas sociales y la indignación al no haber sido resueltas por los Gobiernos, ni la autoridad local.

Agrava la situación los últimos acontecimientos. Más allá de las razones para un Paro nacional, se presentó la sin razón de la toma orquestada y violenta de que fue objeto Cali, con las consiguientes afectaciones a la salud pública al realizarse en medio de la más alta ola de la pandemia del Covid 19. La sistematicidad de los ataques, bloqueos y alteración del orden público en puntos estratégicos de la ciudad evidencia un propósito organizado de perturbarla. Se inició a primera hora del primer día del Paro con el arribo de una caravana de chivas repletas de misaks y con el anunciado asalto al mirador del Oeste, para protagonizar por la fuerza el derribo de la icónica estatua de Sebastián de Belalcázar.

Vino luego la destrucción de lugares y vehículos privados y públicos y los bloqueos que han impedido no solo la libre circulación de los ciudadanos, sino también del personal de la salud y el transporte de vacunas, insumos médicos y oxígeno para hospitales, retrasando los procesos de inmunización de la población.

Como consecuencia, al delito de daños a los bienes se suma el de la afectación de la salud pública. Se pone en riesgo también a las autoridades que tratan de impedir el accionar de los incendiarios que al final de la jornada, huyen prestos hacia sus casas a riesgo de contagiar hasta a sus propias madres. El propósito de quienes marchan en forma pacífica se empaña por el actuar de los que cometen graves desmanes y delitos.

Cali no es propiedad de grupo alguno en particular,  ancestral o no ancestral, Cali es un territorio con un tejido común de diversas culturas, razas, creencias, íconos y construcciones, que nadie debe perturbar o alterar, como no lo hacemos los caleños en las casas de los violentos, ni en los resguardos. La ciudad ha sido rompe olas de fenómenos sociales hasta donde ha podido, sin el apoyo de la Nación que por el centralismo de los gobiernos, ha desatendido la región. Mas agobiada queda la ciudad, cuando su Alcalde no avizora ni lo previsible, ni prioriza la  seguridad y la atención de las clases desfavorecidas.

Sin duda la pobreza que aqueja al país es problema de fondo, al igual que para otros países incrementada por las consecuencias económicas de la pandemia. Es responsabilidad de todos como Nación tener una participación constructiva en soluciones. Las clases pobres y medias son las más afectadas cuando se le destruyen sus medios de subsistencia y transporte, sus puestos de ventas o el acceso a campos y mercados necesario para dinamizar el comercio. De ahí la responsabilidad también de organizadores de eventos y de las comunidades que por su indignación puedan ser fáciles presas de politiqueros para su propio provecho.  Ojalá los nativos no pierdan su inspiración y vocación como guardianes de las fuentes sagradas del agua y la naturaleza, así como su valiente resistencia frente a actores del narcotráfico, antes que convertirse en atrabiliarios o ingenuamente en punta de lanza de foráneos con fines políticos no claros.

Como mensaje se diría que no puede esperarse que sin un apoyo efectivo y permanente de la Nación y el Gobierno, los caleños, sus trabajadores, empleados, empresas pequeñas y medianas puedan lidiar con la violencia y los amigos de sembrar caos, y odio cuyas orejas y fauces de lobo ya han asomado en la ciudad.  Se impone identificar a los responsables y recuperar el civismo de quienes viven y disfrutan la ciudad, para rechazar como en efecto lo han hecho la mayoría de los ciudadanos, los comportamientos irracionales alejados de la civilidad y el objetivo del bien común.

Foto cortesía de Semana.

* Las opiniones expresadas en este espacio de deliberación, pertenecen a los columnistas y no reflejan la opinión ni el pensamiento de la organización Consorcio Ciudadano.

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